Hoy se cumplen 15 años de la primer emisión de Ciudad Abierta (El Canal de la Ciudad) dentro del sistema de televisión por circuito cerrado (el cable).

Ciudad Abierta existió como proyecto televisivo entre 2003 y 2008; vivió un letargo obligado entre 2008 y 2013 y volvió a existir con nuevo nombre entre 2013 y 2018. Actualmente se encuentra iniciando un nuevo lustro de oscuridad, según parece su ciclo.

Es el primer canal público abierto en muchos años y merece ser atendido y respetado menos que perseguido y detestado. Configuró un modelo de realización y una organización del trabajo televisivo que no existía hasta la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y de alguna manera la hizo posible de ser pensada y deseada con su simple existencia.

Durante parte del año 2006, Ciudad Abierta retransmitió todas las mañanas en directo a la señal de Telesur http://www.noticiasurbanas.com.ar/noticias/4a20844c73db3e106a378ea12fcbd8f7/ Como el canal tenía su Control Central en la empresa Artear (Canal 13) y la decisión de retransmitir Telesur dentro de la grilla de Ciudad Abierta incluía de hecho a Telesur en el zapping de los servicios de Televisión por Cable de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires aquella decisión no fue bienvenida por quienes no tenían ningún interés en poner al aire a Telesur en su oferta -Algo que vemos en correlato a la actual desaparición de la señal Telesur del Sistema de Televisión Digital Abierta-. Este evento resultó un estigma para Ciudad Abierta, quien fue tema de la campaña política de 2007 y recipiente de la saña de los representantes de la derecha argentina.

La frase final de lo que llamamos Ciudad Abierta fue en 2008 cuando la nueva administración objetó la producción de algunos contenidos a la voz -según cuentan varios testigos- de: «Acá no queremos ni putos ni derechos humanos.» Una contundencia para definir una línea editorial que terminó de alejar a la mayor parte de sus realizadores y técnicos.

Un extraño fenómeno burocrático posibilitó despertar durante 6 meses de 2011 a la señal de su letargo. El impulso que las televisiones públicas, comunitarias y universitarias traían con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual hizo que se presentara una oportunidad de volver a ejercitar el trabajo televisivo en la señal de Buenos Aires. La experiencia terminó abruptamente a mediados de 2011 y los contenidos producidos durante ese período nunca más salieron al aire.

El nuevo nombre y pantalla aparece en 2013 al nombrar a los sistemas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como «… de la Ciudad»; a saber: bomberos de la Ciudad, policía de la Ciudad, lotería de la Ciudad y así hasta llegar a «El Canal de la Ciudad«. Esta nueva señal tuvo nuevo presupuesto y nuevo marco regulatorio, disfruta de la ventaja que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual pone para que las señales locales estén primeras en la grilla de los servicios de «cable» y de no tener que lidiar más con «putos» ni con «derechos humanos». Una señal limpia, parecida a un canal de turismo con alguna excepción digna de mención posible al programa sobre literatura «libroteca» por su realización (un digno sucesor de aquel «Ssh, el secreto» de 2007).

Ahora, en 2018 estos nuevos realizadores y técnicos del Canal de la Ciudad también están siendo atacados por su propia gestión, aunque su sorpresa es mayor porque desconocen su historia. Muchos están descubriendo hoy el huevo de la serpiente en carne propia: el objetivo siempre será que no existan medios de producción manejados por el Estado o sus trabajadores o que estos sean un entretenimiento lateral de cierta cohorte cultural periférica al mainstream. (léase aquí los programas al estilo del de Muscari o de Laura Oliva, y sus derivaciones, por supuesto)

Quienes trabajamos en Ciudad Abierta o El Canal de la Ciudad, en cualquiera de sus momentos nos sentimos orgullosos de lo que alguna vez pudo realizarse en su pantalla. Siempre fue por ello una señal molesta para la televisión argentina en general; porque siempre fue una señal outsider que demostró que jóvenes artistas y técnicos podíamos  realizar programas de calidad técnica y expresiva por muy poco dinero y no obstante ello mantenernos a nosotros mismos, nuestras familias e incentivar/promocionar nutrir un circuito cultural tan rico y fecundo como el porteño.

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La televisión lineal programada.

Sin embargo, y por suerte para todos nosotros, la televisión lineal programada ya no existe. El aire broadcast pierde 1 (un) punto de rating por año. Ya nadie ve la televisión generalista sino algún canal específico con relación a su grupo de pertenencia y cada vez más los ratings no superan los 10 puntos.

A su vez, para las nuevas generaciones de televidentes y trabajadores de los medios se hacen brutal y transparente el machismo, la xenofobia y el sexismo de los programas realizados por un séquito de periodistas de traje y corbata con guionistas burlones de sus espectadores y actores gordos y viejos coqueteando chicas en culo.

Las transmisiones deportivas de hombres grabadas por 14 camarógrafos hombres y comentadas por «4 gordos hablando de fútbol» como bien señalaba Saborido en su programa Peter Capusotto y sus videos; se vuelve revulsiva a la mirada.

Esos estudios de gente sentada en varias sillas o un sillón hablando de algún fenómeno meta-televisivo de su propia empresa.

No solamente un medio copado por gente alienada en todos sus estamentos; sino que hacen sentido a un alter ego espectador que por suerte cada vez existe menos. Una especie de persona postrada en su sillón llenando comentarios hirientes en facebook.

 

Netflix o Youtube

La niñez ve incansablemente la oferta televisiva de netflix y la de youtube, no sabemos bien que es lo que ven porque la distancia generacional por suerte nos lo impide. Lo que si sabemos es que los programas y los pequeños videos, las series y los recitales están hechos por grupos interdisciplinarios de personas de distintas proveniencia que se han encontrado alrededor de algún proyecto de la universidad o de una escuela privada de artes y diseño. Y que en esas producciones se ven también esta nueva generación de espectadores.

Ya no el living del estudio de televisión unido al living de una casa de familia de clase media (papá, mamá, el nene el mayor que ve fútbol, la nena la menor nuestra princesa). Ese modelo horrible que nos dejó el cable que ni siquiera nos permitía mover el televisor dentro del cuarto sin tender esos espantosos cables negros por toda la casa y la ciudad.

Hoy el televisor recibe las señales por wifi y puede estar donde queramos, las historias pueden seguirse desde nuestras tabletas o teléfonos celulares, en la casa, en la plaza, en la playa, en un recital, en lo de las abuelas, en grupo, en movimiento.

Ya nadie escucha tu remera Ciudad Abierta, menos aún su versión Travel Channel del Canal de la Ciudad. A nadie le importa en que número estés del circuito cerrado de la televisión lineal programada. Pero igual te vamos a desear felices 15 años, ya sin festejos, sin cena con famosos, sin premios ni menciones. Canal forzado a existir contra su voluntad seguirás siendo testimonio de la televisión que podríamos haber hecho como fruto de nuestro amor y nuestro trabajo y a la que seguiremos apostando por otros medios ^_^

¡A tu salud!
Germán 😛

Publicado por obsoleta

Conecto viejas tecnologías de video con otras nuevas.